semillero del equipo nacional
Club de Ski La Parva: semillero del equipo nacional


Más del 87% de los integrantes de la selección chilena de esquí alpino proviene de aquí. ¿Coincidencia? Para nada. Tres representantes actuales del plantel explican por qué este lugar forma mucho más que campeones, forja personas.

Hay instituciones que enseñan a esquiar y otras a competir. Pero pocas logran hacer lo que el Club de Ski La Parva ha hecho durante décadas, desarrollar deportistas completos que llegan al más alto nivel sin perder el arraigo, la humildad ni la conexión con sus orígenes.

En sus pistas se han formado generaciones, construido amistades duraderas, cultivado valores y se han vivido, temporada tras temporada, miles de historias que hoy se proyectan más allá de nuestras fronteras.

Si hoy se hiciera una foto grupal del equipo nacional de esquí alpino, el 87,5% de quienes aparecen en ella son del Club y no es casualidad. Es el reflejo de una comunidad que combina exigencia, pasión, entrega y visión a largo plazo.

La selección chilena actual tiene entre sus filas a Matilde Schwencke, Kay Holscher y Manuel Horwitz, tres esquiadores forjados en la nieve de La Parva y que no solo destacan por sus resultados, sino también por el carácter y la convicción con que enfrentan el alto rendimiento. Los tres coinciden en una cosa… Nada de esto sería posible sin la institución. “Aquí me formaron como esquiadora y me inculcaron el amor y cariño a este deporte. Gracias a sus entrenadores y comunidad me di cuenta, desde muy temprana edad, que esto era lo mío y que quería dedicarme a ello”, afirma Matilde Schwencke.

Aunque el camino de cada uno fue distinto, todos reconocen que el ambiente que se respira en el equipo fue determinante. “Me ayudaron proporcionando un entorno de entrenamiento que me animaba a seguir. Nos empujábamos mutuamente durante casi 15 años”, recuerda Kay Holscher.

Esa sensación de impulso colectivo no fue exclusiva de quienes comenzaron desde pequeños. También quienes se sumaron en etapas más avanzadas pudieron integrarse y encontrar apoyo para crecer como deportistas. Como Manuel Horwitz, quien se integró al Club en U16, declara que “era un espacio exigente pero muy motivador, donde aprendí a amar esta disciplina y a ponerme metas cada vez más altas. Me ayudó a adaptarme a la categoría FIS y me dio estructura en una etapa clave”.

Mucho más que resultados
Lo que hace especial al Club de Ski La Parva no es solo su geografía o sus pistas. Es la gente, los técnicos, las familias y el espíritu que se transmite temporada tras temporada. Es esa cultura de montaña que no se enseña en ningún manual, pero que se respira desde el primer día: “El involucramiento de los papás en la directiva fue clave para crear un ambiente que impulsó el desarrollo de varios atletas que hoy están en el equipo nacional”, asegura Kay Holscher.

Se trata de una comunidad activa, exigente, comprometida, pero sobre todo, apasionada. Para Matilde Schwencke, ese espíritu sigue vivo: “Hasta hoy mantengo contacto con los entrenadores que me formaron. Me los encuentro en Sudamérica o en Europa, y aún hay cercanía y cariño. Rodearse de personas que quieren verte crecer es esencial para cualquier atleta”.

El vínculo no desaparece con los cambios de categoría ni depende de los podios. Permanece en la confianza, en el apoyo y en esos momentos en que se necesita más que habilidades, se requiere contención.

La montaña como escuela de vida
El Club de Ski La Parva trabaja desde hace años con una metodología propia basada en los valores REPAH: Respeto, Esfuerzo, Perseverancia, Amistad y Honestidad. Estas no son solo palabras pintadas en una lona o mencionadas en reuniones, son principios que los deportistas internalizan y aplican más allá del deporte.

Los atletas coinciden en su importancia. En el caso de Horwitz, subraya la importancia de los vínculos personales. Explica que se trata de un deporte muy exigente y que sin el respaldo de la amistad, avanzar puede volverse difícil. Además, dice que crecer junto a compañeros que comparten la misma pasión le dio un sentido más humano a todo el proceso.

Mientras que Kay Holscher lo resume así: “Nunca me consideré talentoso. Fue gracias a años de esfuerzo y muchos fracasos que, por perseverar, logré llegar. Ese valor lo aplico hoy en todo lo que hago, como el estudio, trabajo y deporte”. Por otra parte, Schwencke destaca el esfuerzo como su motor principal. Desde pequeña, siente la necesidad de dar el 100% en todo. Esa inquietud constante por superarse y alcanzar su mejor versión ha estado presente a lo largo de su camino.

El origen también marca el destino
¿Se puede llegar a unas Olimpiadas sin ser parte del equipo nacional? No, ser parte de la selección es un requisito técnico y logístico. Más allá de eso, los tres atletas coinciden en algo más profundo: para llegar hasta ahí, primero hay que tener una base sólida. Un entorno que te acompañe desde pequeño, que te forme e impulse. Y eso, fue La Parva para ellos.

Cuando yo era chico y veía a quienes representaban a Chile entrenar, me motivaba muchísimo. Hoy que estoy ahí, quiero dejar el mismo impacto en los más jóvenes”, declara Kay Holscher. Porque no se trata sólo de prepararse. Se trata de crecer, estar acompañado y tener referentes.

El esquí chileno necesita semilleros reales. Espacios donde no solo se perfeccione la técnica, sino donde se cultive el carácter, la resiliencia y la camaradería. Donde cada caída sea parte del camino, y cada logro, un logro colectivo.

Y en el Club Ski La Parva, esa idea no es una promesa, es una práctica. Una convicción que se reafirma en cada generación. Y que seguirá proyectándose mientras existan atletas con pasión, familias comprometidas y un equipo humano que crea en la formación integral.

 

 

 

 

 

 

 




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